En la
inmensa oscuridad de la noche, un clandestino sueño señalaba un tenue horizonte
tintado por grandes trazos de vanas pero ansiosas esperanzas. Su cerebro hacía
mover aquel varado cuerpo hacia aquellas náufragas promesas de azules y verdes
paisajes donde un sol nunca dormía.
Pero en
su mundo, su sol si descansaba, y este
despertándose le daba los buenos días con radiantes rayos de luz sobre unos
ojos que no deseaban abandonar aquel fantástico y feliz mundo donde los sueños
pierden el significado de irrealidad. Devorando un pequeño desayuno añoraba la
llegada de una nueva noche que le recordaría que su entonces, su ahora, era tan
solo una infumable pesadilla.
Recogió
los cartones que cada noche se disfrazaban de mantas que luchaban por alejar
los dolorosos fríos de Agostos y Diciembres y comenzó a caminar sin destino
fijo, tal como hacía cada día desde hacía más de diez años.
Su
cuerpo se movía a rápidos pasos por un mundo habitado por gigantes de cristales
y calzados por duro asfalto, mientras que su mente buscaba imágenes de una vida
que no era la suya. Sus pies invadieron un parque lleno de jóvenes sonrisas que
se ocultaban en juegos tras los altos árboles, sin esperarlo una blanca y azul
pelota fue a descansar a sus pies a la vez que ella rescataba su mente de un
mundo de ilusiones, transportándolo a la realidad. Se agachó y la tomó entre
sus manos, una tímida y corta sonrisa salió de su boca al recordar su niñez y
ser conocedor que una pelota muy parecida ocupó tardes enteras llenas de
juegos, mirando al frente pudo observar como un niño de unos siete años lo
observaba con cierto temor y con una mirada que gritaba lo mágico de la niñez,
lo ilusorio de la vida. Aquella pelota volvió a las manos de su sueño a la par
que el protagonista de estas líneas recibió el regalo de miles de recuerdos,
así pues, motivado por ellos, sus pies avanzaron por la ciudad que un día lo
vio crecer, aquel cine que visitaba cada domingo con sus padres, aquel estanco
donde las golosinas se convertían en su mejor amigo, aquel viejo rincón que fue
testigo de su primer beso o de aquellos bares que cerró con sus amigos sábado
tras sábado. Todos esos recuerdos era
aquello con lo que soñaba cada noche, pequeños destellos de felicidad que ancló
como un destino inalcanzable.
Ese
día, algo en su interior se encendió, ya no importaba la triste historia que
llevaba atada a su espalda, tampoco sabía que hacer pero si lo que quería,
luchar por vivir para volver a recordar el último día de su vida todos aquellos
destellos de felicidad que iluminarían su final con una sonrisa.
El
significado de esta historia es muy simple, vive la vida real y no pierdas el
tiempo imaginando aquello que no es, el protagonista de esta historia, entendió
que ninguna vida es perfecta pero de nada sirve lamentar lo que no es, porque
mientras lo haces, el tiempo avanza sin preguntarnos si queremos acompañarle, y
al final de nuestra historia es más importante repasar las líneas que la forman
que lamentarse por tener un libro en blanco lleno de breves notas escritas con
lágrimas.