miércoles, 15 de enero de 2014

Las líneas de una vida...

En la inmensa oscuridad de la noche, un clandestino sueño señalaba un tenue horizonte tintado por grandes trazos de vanas pero ansiosas esperanzas. Su cerebro hacía mover aquel varado cuerpo hacia aquellas náufragas promesas de azules y verdes paisajes donde un sol nunca dormía.

Pero en su mundo, su sol si descansaba, y  este despertándose le daba los buenos días con radiantes rayos de luz sobre unos ojos que no deseaban abandonar aquel fantástico y feliz mundo donde los sueños pierden el significado de irrealidad. Devorando un pequeño desayuno añoraba la llegada de una nueva noche que le recordaría que su entonces, su ahora, era tan solo una infumable pesadilla.

Recogió los cartones que cada noche se disfrazaban de mantas que luchaban por alejar los dolorosos fríos de Agostos y Diciembres y comenzó a caminar sin destino fijo, tal como hacía cada día desde hacía más de diez años.

Su cuerpo se movía a rápidos pasos por un mundo habitado por gigantes de cristales y calzados por duro asfalto, mientras que su mente buscaba imágenes de una vida que no era la suya. Sus pies invadieron un parque lleno de jóvenes sonrisas que se ocultaban en juegos tras los altos árboles, sin esperarlo una blanca y azul pelota fue a descansar a sus pies a la vez que ella rescataba su mente de un mundo de ilusiones, transportándolo a la realidad. Se agachó y la tomó entre sus manos, una tímida y corta sonrisa salió de su boca al recordar su niñez y ser conocedor que una pelota muy parecida ocupó tardes enteras llenas de juegos, mirando al frente pudo observar como un niño de unos siete años lo observaba con cierto temor y con una mirada que gritaba lo mágico de la niñez, lo ilusorio de la vida. Aquella pelota volvió a las manos de su sueño a la par que el protagonista de estas líneas recibió el regalo de miles de recuerdos, así pues, motivado por ellos, sus pies avanzaron por la ciudad que un día lo vio crecer, aquel cine que visitaba cada domingo con sus padres, aquel estanco donde las golosinas se convertían en su mejor amigo, aquel viejo rincón que fue testigo de su primer beso o de aquellos bares que cerró con sus amigos sábado tras sábado. Todos esos  recuerdos era aquello con lo que soñaba cada noche, pequeños destellos de felicidad que ancló como un destino inalcanzable.

Ese día, algo en su interior se encendió, ya no importaba la triste historia que llevaba atada a su espalda, tampoco sabía que hacer pero si lo que quería, luchar por vivir para volver a recordar el último día de su vida todos aquellos destellos de felicidad que iluminarían su final con una sonrisa. 

El significado de esta historia es muy simple, vive la vida real y no pierdas el tiempo imaginando aquello que no es, el protagonista de esta historia, entendió que ninguna vida es perfecta pero de nada sirve lamentar lo que no es, porque mientras lo haces, el tiempo avanza sin preguntarnos si queremos acompañarle, y al final de nuestra historia es más importante repasar las líneas que la forman que lamentarse por tener un libro en blanco lleno de breves notas escritas con lágrimas.

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