Un frágil y pequeño vaso alimentado por el agua de un viejo
grifo de cocina nutría y sujetaba aquella rosa roja que luchaba por dar candidez
a cada uno de sus pétalos. Sentado al borde de la cama la miraba con esplendor,
maravillado y quizás con envidia, admiraba su forma, su belleza, su fuerte
color, su aroma, pensaba que aquella rosa era un ser sin riesgos ni peligros,
una vida rodeada de seguridad sobre su belleza y existencia… adjetivos carentes
de creencia en la vida de nuestro protagonista…
La vida caminaba a pasos agigantados, los años aplastaban
las velas de cada cumpleaños mientras su mente continuaba encarcelada en la
prisión del peor de las premisas y deseos, el nunca seré feliz… el paso de los
años llamado pasado lo vigilaba, le recordaba en forma de presagios que su
presente y futuro formarían parte de los malos momentos que vestían la vida de
su ayer…
Sin hoy y mañana, andaba perdido en la soledad de su sombra,
marcaba un sendero inexistente pero real, una realidad no tangible pero
sentida, ¿cuál será el final de mi camino? se preguntaba atemorizado, nunca
encontraba una respuesta que no estuviera acompañada por la palabra tristeza y
vacío, puede que no se equivocara, puede que los caminos rectos no sean los
adecuados, nunca se paró a mirar a su alrededor, de este modo perdió pequeños
destellos luminosos que anunciaban desvíos en su vida, nuevos senderos sobre
los que depositar la sed de aventura y obtener la verdad final, un final sin
tristeza ni sentimiento de vacío.
Cada noche, admiraba y envidiaba aquella majestuosa rosa…
antes de dormir, la miraba y en voz alta decía, .-Gustas a todos, logras dar felicidad cuando caes en mano de una
persona, eres el sustento de tantos seres vivos… tan pequeña y regalas al mundo
tantas y tantas cosas.- Una mañana
más, el sol anunciaba un nuevo día, un nuevo hoy llenos de futuros momentos o
de futuros nada, su despertador lo rescató de entre sus sueños, así, se sentó
de nuevo al borde de la cama, volvió a mirar aquella rosa y descubrió como dos
de sus pétalos habían abandonado su cuerpo. Tomándolos entre sus manos los miró
con pena, sentía que la vida abandonaba aquella flor, observaba como su belleza
se desvanecía bajo la atenta mirada del vaso que la obligaba a mantenerse en
pie…
El día transcurrió en su vida con total normalidad, la noche
tiño sus cristales del frío invierno y su cuerpo quedó abrigado por el cálido
suspiro de la manta. Mirando una vez más la malherida rosa cerró sus ojos para sumergirse
en el reino de los sueños… El sueño inundó su alma, en ese momento notó una
presencia a su alrededor, buscando en la oscuridad observó una pequeña luz
blanca sobre la rosa que tanto admiraba a diario, mirándola con incredulidad
observó un movimiento, el blanco cuerpo se situó frente a su mirada… segundos
fríos como la escarcha y eternos inundaron la habitación. Su mano se elevó
intentando tocar ese misterioso ente, pero… en pleno movimiento una dulce voz
salió de su cuerpo…
.-No te asustes, soy
lo que queda de mi cuerpo, soy la esencia de ese rojizo y apagado cuerpo que
mantiene el agua de ese vaso. Todas las noches me miras, me envidias y sonríes,
pero… tu y yo no somos tan dispares, te contaré mis historia. Yo crecí en un
lugar perdido, rodeada de peligros, todas mis compañeras eran arrebatadas de mi
vida en manos de personas ajenas, las tomaban en sus manos, y desaparecían en
la distancia, mientras ellas eras sujetadas por estos individuos podía ver como
ellos sonreían, disfrutaban de su olor y bañaban sus pétalos con las yemas de
sus dedos, lograban dar felicidad a todo aquel que la necesitaba. Yo envidiaba
a cada una de ellas, nadie me elegía, quedaba cada vez más y más sola, añorar
las manos y felicidad de un ser humano solo era un sueño que no llegaría, una
ilusión, algo como lo que tu vives hoy, el eterno pesimismo. Pero un día,
apareciste, me elegiste de entre todas las rosas, me tomaste entre tus dedos,
acariciaste mis pétalos y sentiste felicidad, pero no fui yo quién te la di, tu
me brindaste lo mismo, otra cantidad inusual de felicidad. Hoy, mírame, casi no
me queda horas de vida, pero todo este tiempo a tu lado, escucharte, tus
caricias ha logrado el objetivo de mi vida, ser y hacer feliz.-
Horas después, nuestro protagonista se despertó, miró la rosa
que adornaba su habitación, ya no había pétalos que la cubrieran, solo un
recuerdo y un sueño. Por ello, a partir de ese día entendió que también era una
rosa en un jardín rodeada de otras tantas, un día alguien lo tomaría entre sus
manos y se regalarían felicidad.