Acariciaba los cinco meses de vida cuando dos manos se
posaron sobre mi pequeño cuerpo, la calidez de unas manos abrigaron mi cuerpo
con la ternura desmesurada de quién añora el cariño fiel, a los minutos me
elevaba entre otros brazos que me abrazaron con igual intensidad, sin saber muy
bien como, me encontraba en un nuevo lugar, mi hogar.
De forma desordenada mis juguetes llenaban el espacio que
ocupaba el lecho donde los sueños navegaban en las fauces de las noches de
invierno, cada día, cuando el sol decidía tomar rumbo a su descanso final,
aquellas dos personas que formaban el mundo de mi vida, se tomaban de la mano y
marchábamos entre pocas palabras marcadas por sonrisas que respiraban
bocanadas de felicidad.
La vida andaba a pasos agigantados, sin temor, a medida que
mi vida era completa y feliz, entre juegos y caricias los años sobrepasaban la
existencia de todo aquello que estaba vivo, pero un día, sin entender por qué,
aquellas tardes de paseos cambiaron las sonrisas por la seriedad, el cariño se
transformaba en indiferencia, el amor en discusiones de odio y poder, ¿qué
sucedía?, sin entenderlo, hacía lo único que podía hacer, vivir.
Lo que antes eran adornos, fotos y recuerdos ahora formaban
castillos de cajas apiladas en la frialdad de Agosto. Las cajas desaparecieron
al igual que una de las personas que tanto juego y cariño me dio. Como el
viento trae las hojas secas, esta vez, arrastró las cenizas de aquello que
llamaban amor, dejando en la pena del sollozo los recuerdos que no nacerán,
dejando sin pintor los retratos de los sueños contratados en los abrazos
de las oscuras noches.
Como el viento posa las hojas en el mar, sus manos día a día
buscaban en mi pelaje el calor y cariño que mi compañía le ofrecía, a la par
que mi corazón preguntaba a los despojos de sus lágrimas, ¿el amor acaba? ¿Es
posible que cuando en la noche se duerme el amor, en la mañana se despierte su
ausencia?, las respuestas nunca las encontré, pero quizás, lo peor del amor no
es que acabe sino que no se encuentra, confundidos con el intenso fuego que
arde en las entrañas, olvidan que el fuego no nutre lo que toca… sino lo
transforma en cenizas, secando el paladar y necesitando de beber del manantial
de otros besos, haciendo creer que se deja de querer, porque el amor no es como
las llamas que consumen los libros pendientes de leer, quizás el amor es como el
aire, no se ve ni se mide, invisible como la brisa, nada al lado de las
personas sin hacerles preguntar, ¿dónde está nuestro final? ¿eres mi vida?
Simplemente les brinda un nuevo día en sus miradas sin decir nada, igual que
ayer, igual que mañana.