Su reloj marcaba las diez de la noche, moribundo y cansado
salía del trabajo con un gran sentimiento de satisfacción, caminaba por las
gélidas calles de la ciudad, recordando todas las tareas de trabajo por realizar
el día de mañana. Su mente hablaba de
trabajo para acordarse que debía olvidar.
Próximo a su hogar, lugar donde el único calor que le esperaba era
el de una vieja manta, un poco de tela que le hacía memorar el significado del
ardor de un cálido abrazo. La llave abrió la puerta principal de un moderno edificio de
viviendas, cuando se encontraba caminando hacia la puerta 204, el portero del
lugar salió a su encuentro para ofrecerle una caja de tamaño medio, empaquetado
con un torpe papel marrón.
Extrañado y sin remitente, entró en su piso, dejó descansar
el paquete sobre la mesa principal. Mientras su ropa se deslizaba por su cuerpo
hasta el suelo, sus ojos desnudaban aquel misterioso paquete, así pues, abatido
por la curiosidad, caminó firme hacia la mesa, lo tomó entre sus manos y lo
despojó de sus marrones vestimentas…
La incredulidad brillaba en su mirada, se encontraba delante
de una caja con una frase dibujada en la zona posterior de la misma, se podía
leer; “Tu vida”. Lentamente, destapó la
tapa de cartón para encontrarse con 20 piezas de puzles…
Inundado por las preguntas, unió cada una de las piezas, no
fue más de 30 minutos cuando el puzle
llegó a su fin, una imagen había nacido, el resultado era una foto de si mismo
trabajando en su oficina. Sin entender nada, tomó de nuevo la caja, buscaba una
pista para descifrar aquel misterio, pero no encontró más que aquella frase que
daba título al puzle: “Tu vida”… pero no quiso entender.
El sol arrolló la noche y el despertador avisó que un nuevo
día lo esperaba, vestido y desayunado marchó al trabajo, como cualquier otro
día, llegó a su casa cuando la oscuridad dominaba los cielos. Se acercó a la
mesa donde se encontraba el puzle y
volvió a leer: “Tu vida”, no podía sacársela de la cabeza… de nuevo en la cama,
olvidó que no podía recordar y unas preguntas invadieron su mente… ¿Soy feliz?
¿he vivido?
Buscando respuestas comenzó a recordar, de su pasado
arrastraba tantos fracasos y rechazos, era un hombre que no destacaba en lo
físico ni en simpatía, conservaba miedos helados de cuando era un muchacho, sus
sueños murieron con la justificación que simplemente era una utopía. Repasando
tantas preguntas… el sueño lo venció…
Despierto, cogió el maletín que descansaba sobre la mesa, al
tomarlo en sus manos, observó una nota de papel sobre aquel puzle, se podía
leer: “Tus fracasos también son tus triunfos”.
Las nueve de la mañana marcaba el reloj cuando sus pies
entraron en la oficina, “Tus fracasos también son tus triunfos”, no olvidaba
esas palabras, dejándose llevar, hizo
algo de lo que nunca antes se había atrevido, comenzó a charlar con sus compañeros,
a tratar aquella mujer que tanto le gustaba como una persona más, el miedo lo
invadía, aún así, no se dejaba frenar.
Al volver a casa, sobre la mesa encontró nueva piezas de
puzles, tras armarlo, además de su imagen trabajando, pudo verse como
disfrutaba de la compañía de otras personas. Pasaron los días y poco a poco
venció su timidez, recordó que era una persona, ni mejor ni peor, solo uno más,
comenzó a vivir, dejó atrás todos los miedos, el tiempo le brindó grandes
derrotas, pero también grandes victorias… un día, invitó a salir aquella mujer
del trabajo que tanto, tanto, tanto, le gustaba, obtuvo un no como respuesta…
un día, en un concierto de su grupo favorito, se armó de valor e inició una
conversación con aquella mujer que su mirada le encandilaba… toda historia tiene
un principio… a día de hoy continúan escribiéndola, ya lo decía la frase, “Tus
fracasos también son tus triunfos”.
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