sábado, 13 de julio de 2013

El puzle de tu vida

Su reloj marcaba las diez de la noche, moribundo y cansado salía del trabajo con un gran sentimiento de satisfacción, caminaba por las gélidas calles de la ciudad, recordando todas las tareas de trabajo por realizar el día de mañana.  Su mente hablaba de trabajo para acordarse que debía olvidar.

Próximo a su hogar, lugar donde el único calor que le esperaba era el de una vieja manta, un poco de tela que le hacía memorar el significado del ardor de un cálido abrazo. La llave abrió la puerta  principal de un moderno edificio de viviendas, cuando se encontraba caminando hacia la puerta 204, el portero del lugar salió a su encuentro para ofrecerle una caja de tamaño medio, empaquetado con un torpe papel marrón. 

Extrañado y sin remitente, entró en su piso, dejó descansar el paquete sobre la mesa principal. Mientras su ropa se deslizaba por su cuerpo hasta el suelo, sus ojos desnudaban aquel misterioso paquete, así pues, abatido por la curiosidad, caminó firme hacia la mesa, lo tomó entre sus manos y lo despojó de sus marrones vestimentas…

La incredulidad brillaba en su mirada, se encontraba delante de una caja con una frase dibujada en la zona posterior de la misma, se podía leer;  “Tu vida”. Lentamente, destapó la tapa de cartón para encontrarse con 20 piezas de puzles…

Inundado por las preguntas, unió cada una de las piezas, no fue más de 30 minutos cuando el  puzle llegó a su fin, una imagen había nacido, el resultado era una foto de si mismo trabajando en su oficina. Sin entender nada, tomó de nuevo la caja, buscaba una pista para descifrar aquel misterio, pero no encontró más que aquella frase que daba título al puzle: “Tu vida”… pero no quiso entender. 

El sol arrolló la noche y el despertador avisó que un nuevo día lo esperaba, vestido y desayunado marchó al trabajo, como cualquier otro día, llegó a su casa cuando la oscuridad dominaba los cielos. Se acercó a la mesa  donde se encontraba el puzle y volvió a leer: “Tu vida”, no podía sacársela de la cabeza… de nuevo en la cama, olvidó que no podía recordar y unas preguntas invadieron su mente… ¿Soy feliz? ¿he vivido?

Buscando respuestas comenzó a recordar, de su pasado arrastraba tantos fracasos y rechazos, era un hombre que no destacaba en lo físico ni en simpatía, conservaba miedos helados de cuando era un muchacho, sus sueños murieron con la justificación que simplemente era una utopía. Repasando tantas preguntas… el sueño lo venció…

Despierto, cogió el maletín que descansaba sobre la mesa, al tomarlo en sus manos, observó una nota de papel sobre aquel puzle, se podía leer: “Tus fracasos también son tus triunfos”. 

Las nueve de la mañana marcaba el reloj cuando sus pies entraron en la oficina, “Tus fracasos también son tus triunfos”, no olvidaba esas palabras, dejándose llevar,  hizo algo de lo que nunca antes se había atrevido, comenzó a charlar con sus compañeros, a tratar aquella mujer que tanto le gustaba como una persona más, el miedo lo invadía, aún así, no se dejaba frenar. 

Al volver a casa, sobre la mesa encontró nueva piezas de puzles, tras armarlo, además de su imagen trabajando, pudo verse como disfrutaba de la compañía de otras personas. Pasaron los días y poco a poco venció su timidez, recordó que era una persona, ni mejor ni peor, solo uno más, comenzó a vivir, dejó atrás todos los miedos, el tiempo le brindó grandes derrotas, pero también grandes victorias… un día, invitó a salir aquella mujer del trabajo que tanto, tanto, tanto, le gustaba, obtuvo un no como respuesta… un día, en un concierto de su grupo favorito, se armó de valor e inició una conversación con aquella mujer que su mirada le encandilaba… toda historia tiene un principio… a día de hoy continúan escribiéndola, ya lo decía la frase, “Tus fracasos también son tus triunfos”.

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