Las horas se basan en porciones de tiempo que cubren la vida
de lo mortal e inmortal, cubriendo con mantos de canas los cabellos de aquellos
que un día soñaron con no abandonar el País de Nunca Jamás, minuto a minuto, el
destino abrazado al termino casualidad intenta presentarnos el eclipse final a
nuestras vidas, puede que nuestra nublada visión de la existencia, de nuestra
secreta ceguera sobre un, aún queda tiempo, nos brinden decepciones y derrotas
que entendemos al terminar el rocoso camino llamado vida, con esta premisa,
comienza la historia…
Un casual encuentro, un lugar, una hora y las personas
adecuadas, el protagonista que da vida a estas líneas, se encontraba sentado
bajo la atenta mirada de un camarero que tomaba nota de una caliente bebida,
tras su marcha, su espalda descansó sobre el frío y duro respaldar de aquella
silla, a la vez, miró a su alrededor, otras tantas mesas ocupadas, sillas y sillas
habitadas de otros tantos cuerpos que regalaban sonrisas sobre aquella fría
tarde de Diciembre, esperando la llegada de su pedido, su mirada se clavó en
una muchacha, morena, piel tersa, mediana altura, una mujer más, pero no podía
separar sus ojos de aquel ser que lo había cautivado en décimas de segundos,
sorprendido de si mismo, se levantó y se acercó a su ángel, usando sus
anticuados y tristes métodos de acción ante una mujer y tras varios intentos logró articular una
simple frase que acababa en un, ven y toma algo conmigo, puede que su torpeza o los rojos hilos del destino que
narran las creencias japonesas unieron en una mesa a estas dos personas.
Conversaciones, silencios incómodos, otras tantas conversaciones, crearon una
sonrisa en ambos formando una despedida con forma de papel alimentado por la
tinta de un bolígrafo que dibujó los números de dos teléfonos que insinuaban un
llámame.
Las citas se sucedieron, los meses mataban el calendario y
una historia nacía, un día cualquiera, en aquel parque que conquistaron en cada
cita nació de la nada un primer te quiero, un sentimiento que fue devuelto por
otro te quiero, un día más para muchos pero un día especial para los dos, un
día único, un momento que no olvidarían.
El tiempo avanzó en aquella relación, la felicidad,
estabilidad y seguridad los protegían con momentos de gran intimidad rodeados
de hermosas palabras que anunciaban un por fin te encontré, se encontraron con momentos
ya olvidados como el temblor que trae la primera vez. No toda historia es
perfecta, puede que el destino creado entre manos juguetonas y ajenas los obligó
a separarse, una vez más, sentados en aquella mesa que una vez la vida los unió, hoy decidió separarlos, sus manos entrelazadas hablaban con las lágrimas de un
hasta pronto, pues ella tenía que marchar al extranjero durante un año por
motivos de trabajo, de sus bocas salió una promesa que decía que cada día se
intercambiarían correos electrónicos.
La despedida fue dura… para que negarlo, fue una despedida
más, abrazos, lágrimas, promesas de eternidad anidaron los corazones de aquella
pareja.
Cada día, tras despertarse, nuestro protagonista encendía su
ordenador, abría su correo electrónico y disfrutaba de las historias y los te quieros
de su pareja, a la vez, él le devolvía respuesta con nuevas historias y tantos
quiero estar junto a ti. El tiempo pasó, la promesa que ambos realizaron se mantenía hasta que un día el buzón
de entrada se encontraba vacío… extrañado, decidió dejar que las horas volaran,
seguramente estaría liada o no ha tenido tiempo, pensaba, de modo que, una vez
la noche ocultó el brillo del sol decidió sentarse ante su ordenador y tomar
las riendas de su teclado, tras media hora de escribir, el botón de Enviar
transportó el mensaje hacia el buzón de su pareja. Los días pasaron y no
obtenía respuesta, preocupado, dejaba pasar los días a la vez que releía y recordaba
todo lo vivido junto a ella, todas las mañanas tras apagar el despertador
corría hacia su ordenador para observar que seguía sin noticias. Un buen día el
pesimismo se vistió de alegría, por fin, tras tanto tiempo, aquella mujer que
le arrebató el corazón le había escrito… la vida es irónica y en este caso no
fue menos, a la vez que leía el texto su cara se transformó, de la sonrisa pasó
a las lágrimas, muchas letras, muchas explicaciones que resumían un adiós, un
hasta siempre, un final…
Supongo que todos soñamos con obtener destellos diarios de
felicidad, nuestro protagonista no era menos, tras el adiós de su pareja,
sintió como el mundo se derrumbaba a su
espalda, ella ya no habitaba en su vida, ahora solo pensaba en todas aquellas
cosas que les quedaron por vivir, de aquel parque que jamás los volverá ver
besar, ella se casaría, tendría los hijos que siempre soñaron cuidar, tantos
planes que se harán realidad en brazos de otro… La tristeza llenó su vida,
sentado en el metro esperaba y esperaba que la vida le brindara nuevas
oportunidades de ser feliz, de encontrar la tirita que cerrara la herida.
A medida que el dolor y la espera de una felicidad deseada
no llegaba, la ciudad continuaba frenética y él perdido en ella, los árboles de
aquel parque que conquistaron continuaban creciendo, los otoños pasaban sin
previo aviso, el tiempo continuaba devorando vidas, otros cumplían los planes escritos en el pasado. En definitiva, dejó de buscar ser feliz, pensaba que sería el azar
quién traería su felicidad, pero la realidad tiene un problema… es sincera y es
espejo de nuestros errores y rendiciones, así pues, observando su viva imagen
en aquel espejo de verdades ocultas comenzó a entender que el equivocado era
él, ¿qué hubiera sucedido si tras la marcha de su “amor” hubiera arriesgado y
tomado sus maletas junto a ella?, ¿cuánto feliz hubiera sido si en vez de
esperar sentado en el camino hacia ninguna parte hubiera andado y luchado por
intentar avanzar hacia la meta de su felicidad?, ¿cuántas personas había
ignorado por estar sumido en un dolor excusado por el miedo a volver a
caer?, ¿cuántos verdaderos amores tiró
por la borda de la indiferencia temiendo a repetir la historia?, puede que a su
mente solo le llegaran preguntas, pero los interrogantes de un ¿qué hubiera sido
si…? ¿sería feliz ahora si…? Son los mayores cuchillos que podemos clavar en
nuestra desnuda alma, puede que la espera a ser felices nunca llegue, pero, puede que si
somos nosotros los que vamos a por ella, arriesgando y luchando hasta el final
tengamos una pequeña oportunidad de abrazarla.
Todo este texto es para dejar un simple mensaje, la vida nos
marca con números de un inicio y un fin, por desgracia o suerte, solo conocemos
la fecha de inicio, la de fin es una incógnita, puede llegar en cualquier
momento, por ello, siendo yo el mayor de los cobardes, el que deja la palabra
arriesgar para un mañana que no se si llegará os lanzó una reflexión; Queremos ser felices sin dolor, sin tirarnos
a la piscina para descubrir si hay o no agua, hace poco, mantuve una conversación
sobre este tema con una persona especial, ella me dijo, si buscamos aquello que
nos hace feliz haríamos una cosa muy importante, viviríamos, para bien o para
mal, pero la vida sería más intensa y no con tanta medida, una gran verdad, a
ello lanzo una pregunta, ¿qué ventaja tiene vivir con miedo en nuestras
decisiones o en nuestras búsquedas?, posiblemente que la respuesta típica sea
un no sufrir, pero, ¿qué mayor sufrimiento es el no saber qué hubiera pasado si
hubiéramos tenido la valentía, poder y cojones de tirar adelante con todas sus
posibles consecuencias?. Finalizando,
intentemos abandonar el grito del miedo que anuncia un final de una vida para
que seamos nosotros los que gritemos al miedo que es su final.