jueves, 14 de marzo de 2013

Reflexión


Bajo la triste mirada de aquel viejo árbol mi cuerpo se sumergía entre mil y una hojas que el viento arrancaba de sus ramas, mirando al infinito miraba un camino sin retorno que mostraba los pasos que elegí y nunca debí dar, pero ya era tarde, mi cuerpo había sucumbido a la frontera del presente mientras mi menta aún nadaba en las lagunas de un ayer que no volvería.

De camino a ninguna parte me escondía entre las malezas que bordeaban mi vida para huir velozmente de aquellos baches que sellan una vida llena de oportunidades, piedras que amenazaban con destrozar el corazón del andante prometiendo en su vuelo las falsas promesas de un feliz desenlace tumbaban a los más fuertes con el dolor de la desesperanza, tatuando en lo más profundo de sus existencias mentiras llenas de tristezas y soledades.

Mirando el panorama y observando como los soldados del día a día caían a mi lado cegados por la incertidumbre a la vez que creaban ruidosos universos paralelos de falsa felicidad y de intrépidos infinitos, cerré los ojos con la fuerza de la impotencia de entender que yo no era tan distinto al resto, agrietaba con gritos lo que encontraba en el camino enterrando la esperanza en la paz del cementerio, sellando las utopías con la palabra imposible vestidas de inseguridades individuales, el ruido de todo ese mundo era atronador para el oído de cualquier ser, sin más remedio tapé mis oídos con mis manos logrando romper el ruido que sonaba desde los lugares más ocultos y oscuros de la mente, logrando escuchar como la lluvia caía sobre mi cuerpo limpiando mi alma de fantasmas del pasado que amedrentaban mi hoy y las respuestas a las preguntas que nunca debieron salir de las cavernas del rencor y pecados.

Volví abrir los ojos, mis manos dieron luz a mis oídos, ahí estaba yo, delante de aquel viejo árbol, el árbol de la vida, cada rama sostenía muchas hojas de verde esperanza esperando ser alimentadas por el agua de la ilusión.

Este breve texto no es más que una reflexión, nuestra vida es marcada por un pasado, como todo tiempo atrás, conviven buenos y malos momentos, irónicamente, el ser humano peca de quedarse con lo malo y desterrar lo bueno, no se el por que, imagino que aquello que ha hecho daño es lo que se sueña encontrar en un presente o futuro en forma de felicidad, pero claro, todo objetivo o búsqueda no es fácil, quizás porque no olvidamos nuestro pasado y somos nosotros mismos los que abocamos nuestras vidas hacia lo negativo. Somos ese gran árbol con tantas hojas, poco a poco se van marchitando, en nuestras manos está nutrirlo y darle color verde el tiempo que el mundo nos quiera mantener junto a el.




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