Bajo la triste mirada de aquel viejo árbol mi cuerpo se sumergía
entre mil y una hojas que el viento arrancaba de sus ramas, mirando al infinito
miraba un camino sin retorno que mostraba los pasos que elegí y nunca debí dar,
pero ya era tarde, mi cuerpo había sucumbido a la frontera del presente
mientras mi menta aún nadaba en las lagunas de un ayer que no volvería.
De camino a ninguna parte me escondía entre las malezas que
bordeaban mi vida para huir velozmente de aquellos baches que sellan una vida
llena de oportunidades, piedras que amenazaban con destrozar el corazón del
andante prometiendo en su vuelo las falsas promesas de un feliz desenlace
tumbaban a los más fuertes con el dolor de la desesperanza, tatuando en lo más
profundo de sus existencias mentiras llenas de tristezas y soledades.
Mirando el panorama y observando como los soldados del día a
día caían a mi lado cegados por la incertidumbre a la vez que creaban ruidosos
universos paralelos de falsa felicidad y de intrépidos infinitos, cerré los
ojos con la fuerza de la impotencia de entender que yo no era tan distinto al
resto, agrietaba con gritos lo que encontraba en el camino enterrando la
esperanza en la paz del cementerio, sellando las utopías con la palabra
imposible vestidas de inseguridades individuales, el ruido de todo ese mundo
era atronador para el oído de cualquier ser, sin más remedio tapé mis oídos con
mis manos logrando romper el ruido que sonaba desde los lugares más ocultos y
oscuros de la mente, logrando escuchar como la lluvia caía sobre mi cuerpo
limpiando mi alma de fantasmas del pasado que amedrentaban mi hoy y las
respuestas a las preguntas que nunca debieron salir de las cavernas del rencor
y pecados.
Volví abrir los ojos, mis manos dieron luz a mis oídos, ahí
estaba yo, delante de aquel viejo árbol, el árbol de la vida, cada rama
sostenía muchas hojas de verde esperanza esperando ser alimentadas por el agua
de la ilusión.
Este breve texto no es más que una reflexión, nuestra vida
es marcada por un pasado, como todo tiempo atrás, conviven buenos y malos
momentos, irónicamente, el ser humano peca de quedarse con lo malo y desterrar
lo bueno, no se el por que, imagino que aquello que ha hecho daño es lo que se
sueña encontrar en un presente o futuro en forma de felicidad, pero claro, todo
objetivo o búsqueda no es fácil, quizás porque no olvidamos nuestro pasado y
somos nosotros mismos los que abocamos nuestras vidas hacia lo negativo. Somos
ese gran árbol con tantas hojas, poco a poco se van marchitando, en nuestras
manos está nutrirlo y darle color verde el tiempo que el mundo nos quiera
mantener junto a el.
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