miércoles, 19 de junio de 2013

El aldeano y la fortaleza de oro

Los muros de aquella fortaleza resguardaban un mundo lleno de poder, riquezas y mujeres, era el paraíso terrenal de cualquier hombre que viviera tras las fronteras de sus puertas. El protagonista de nuestro cuento era un simple aldeano, su vida era una más, al igual que otros tantos que habitaban aquellas verdes tierras. Todas las mañana, se levantaba al lado de aquella mujer, de esa por la que un día perdió la cabeza y dedicó miles de promesas de amor, esa por la cual hoy solo mira y no siente más que un recuerdo muy lejano, luego, con cierta ternura mira durante minutos a sus dos hijos mientras se pregunta con que soñarán, finalmente, se dirige al campo y comienza a trabajar para luego volver a su casa y poder estar junto aquellas personas que formaban su familia, su hogar.

Día a día, en su mente y en su mirada solo existía una imagen, el interior de aquella fortaleza tan inalcanzable, el arduo deseo de saber y disfrutar lo que se escondía tras aquellas puertas, preguntándose como sería su vida si llegase a ese castillo, ¿por qué esa obsesión por cambiar de vida? Ni el mismo conocía la respuesta, quizás no era feliz, quizás su vida se basaba en el ciclo de la rutina o simplemente buscaba sentirse completo, distinto o único como aquellos cuentos de grandes caballeros con una apasionante historia detrás de los protagonistas.

Sea cual sea la razón, su presente dejó de existir, era un simple cuerpo que se movía por la inercia necesaria, pero su mente se encontraba lejos, muy lejos, así pues, una fría noche, tomó algunos alimentos y agua, abandonando su vida puso marcha hacia la fortaleza de sus sueños, un lugar tan lejos como cercano, lleno de visiones falsas creadas por aquellos que perdieron el sentido del ahora.

Caminó y caminó en soledad. intentando alcanzar las piedras que daban forma a una de las murallas, pero a cada paso que daba, las puertas de aquella brillante fortaleza se alejaban, de este modo, pasaron los días y los meses, hasta que un buen día al buscar en su bolsa no encontró comida ni agua, se encontraba demasiado lejos para volver y más lejos aún de su objetivo, ¿qué hacer? la muerte le miraba desde la distancia con una fría sonrisa, siendo conocedora del final de su víctima, se sentó pacientemente sobre una roca esperando que el cuerpo de aquel hombre se desplomara sobre el gris suelo que decoraba el paisaje.

Las jornadas se sucedieron con un agonizante final, nuestro protagonista sin esperanza besó el suelo con su cuerpo para descubrir el nuevo mundo que le aguardaba tras las nubes. La muerte fue a su encuentro, lo tomó por los hombros y le recordó que su hora había llegado. Nuestro protagonista, siendo conocedor de la situación aceptó la compañía vieja y putrefacta, pero esta, antes de marchar le lanzó una pregunta, .-¿Por qué?-, -¿Cómo?-preguntó sorprendido el caído. La muerte malévola y clavándole la mirada, dijo, .-Caminaste sin parar hacia una fortaleza llamada futuro, solo te guiaste por el dorado color de sus muros pero ignorabas que contenía, ¿por qué? ¿por qué abandonaste la fortaleza de tu presente?.- ¿La fortaleza de mi presente?.-preguntó con más dudas que miedo el aldeano, .-Tu mundo, lo que fue tu ahora, esa fortaleza si brillaba en su interior.- respondió la muerte, .-No era feliz en ella.-, respondió tajante quién da vida a esta historia. La muerte mirándolo con incredulidad, negó con la cabeza a la vez que decía, .-Una mujer te amaba, aquella a la que tu dejaste de amar, pero, ¿por qué sucedió?, te olvidaste de cultivar el tesoro que tenías, convertiste su compañía, sus juegos y cariño en la rutina de pecados creados llenos de arrepentimientos, aquellos que llamabas hijos quedaron en su suerte mientras tu fantaseabas con una vida mejor, una nueva vida que ni siquiera sabías como era, adornaste tu ahora con la palabra rutina olvidando que la felicidad se encuentra dentro de ella, no necesitabas vivir las aventuras que narraban tus antepasados, tan solo necesitabas disfrutar de la cálida compañía de los tuyos, de lo que fue tu ahora, ignoraste que lo que consideraste una fortaleza con nombre rutina es para muchos la verdadera fortaleza de oro.-

El ser humano es inconformista por naturaleza, dudamos de lo que tenemos, de lo que somos o de lo que queremos, planeamos y soñamos con lugares, momentos y situaciones distintas a nuestra realidad, pero… puede que con esto solo perdamos el tiempo, nuestro ahora es lo único de lo que disponemos. Buscando aventuras por vivir, olvidamos que ya tenemos una llena de emociones, fracasos y triunfos, la aventura del día a día, de nuestra vida, envuelta  en aquello que bautizamos como rutina, pues la verdadera felicidad no está en convertir cada día en una aventura emocionante llena de novedades, sino disfrutar del momento, de quienes te acompañan y tus acciones, todas ellas que te hacen sentir bien.

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