Los muros de aquella fortaleza resguardaban un mundo lleno
de poder, riquezas y mujeres, era el paraíso terrenal de cualquier hombre que viviera tras las fronteras de sus puertas. El protagonista de nuestro cuento era un
simple aldeano, su vida era una más, al igual que otros tantos que habitaban
aquellas verdes tierras. Todas las mañana, se levantaba al lado de aquella
mujer, de esa por la que un día perdió la cabeza y dedicó miles de promesas de
amor, esa por la cual hoy solo mira y no siente más que un recuerdo muy lejano,
luego, con cierta ternura mira durante minutos a sus dos hijos mientras se
pregunta con que soñarán, finalmente, se dirige al campo y comienza a trabajar
para luego volver a su casa y poder estar junto aquellas personas que formaban
su familia, su hogar.
Día a día, en su mente y en su mirada solo existía una
imagen, el interior de aquella fortaleza tan inalcanzable, el arduo deseo de
saber y disfrutar lo que se escondía tras aquellas puertas, preguntándose como
sería su vida si llegase a ese castillo, ¿por qué esa
obsesión por cambiar de vida? Ni el mismo conocía la respuesta, quizás no era
feliz, quizás su vida se basaba en el ciclo de la rutina o simplemente buscaba
sentirse completo, distinto o único como aquellos cuentos de grandes caballeros
con una apasionante historia detrás de los protagonistas.
Sea cual sea la razón, su presente dejó de existir, era un
simple cuerpo que se movía por la inercia necesaria, pero su mente se
encontraba lejos, muy lejos, así pues, una fría noche, tomó algunos alimentos y
agua, abandonando su vida puso marcha hacia la fortaleza de sus sueños, un
lugar tan lejos como cercano, lleno de visiones falsas creadas por aquellos que
perdieron el sentido del ahora.
Caminó y caminó en soledad. intentando alcanzar las piedras que
daban forma a una de las murallas, pero a cada paso que daba, las puertas de
aquella brillante fortaleza se alejaban, de este modo, pasaron los días y los
meses, hasta que un buen día al buscar en su bolsa no encontró comida ni agua,
se encontraba demasiado lejos para volver y más lejos aún de su objetivo, ¿qué
hacer? la muerte le miraba desde la distancia con una fría sonrisa, siendo
conocedora del final de su víctima, se sentó pacientemente sobre una roca
esperando que el cuerpo de aquel hombre se desplomara sobre el gris suelo que
decoraba el paisaje.
Las jornadas se sucedieron con un agonizante final, nuestro
protagonista sin esperanza besó el suelo con su cuerpo para descubrir el nuevo
mundo que le aguardaba tras las nubes. La muerte fue a su encuentro, lo tomó
por los hombros y le recordó que su hora había llegado. Nuestro protagonista,
siendo conocedor de la situación aceptó la compañía vieja y putrefacta, pero
esta, antes de marchar le lanzó una pregunta, .-¿Por qué?-, -¿Cómo?-preguntó
sorprendido el caído. La muerte malévola y clavándole la mirada, dijo,
.-Caminaste sin parar hacia una fortaleza llamada futuro, solo te guiaste por
el dorado color de sus muros pero ignorabas que contenía, ¿por qué? ¿por qué
abandonaste la fortaleza de tu presente?.- ¿La fortaleza de mi
presente?.-preguntó con más dudas que miedo el aldeano, .-Tu mundo, lo que fue
tu ahora, esa fortaleza si brillaba en su interior.- respondió la muerte, .-No
era feliz en ella.-, respondió tajante quién da vida a esta historia. La muerte
mirándolo con incredulidad, negó con la cabeza a la vez que decía, .-Una mujer
te amaba, aquella a la que tu dejaste de amar, pero, ¿por qué sucedió?, te
olvidaste de cultivar el tesoro que tenías, convertiste su compañía, sus juegos
y cariño en la rutina de pecados creados llenos de arrepentimientos, aquellos
que llamabas hijos quedaron en su suerte mientras tu fantaseabas con una vida
mejor, una nueva vida que ni siquiera sabías como era, adornaste tu ahora con
la palabra rutina olvidando que la felicidad se encuentra dentro de ella, no
necesitabas vivir las aventuras que narraban tus antepasados, tan solo necesitabas
disfrutar de la cálida compañía de los tuyos, de lo que fue tu ahora, ignoraste
que lo que consideraste una fortaleza con nombre rutina es para muchos la verdadera
fortaleza de oro.-
El ser humano es inconformista por naturaleza, dudamos de lo
que tenemos, de lo que somos o de lo que queremos, planeamos y soñamos con
lugares, momentos y situaciones distintas a nuestra realidad, pero… puede que
con esto solo perdamos el tiempo, nuestro ahora es lo único de lo que disponemos.
Buscando aventuras por vivir, olvidamos que ya tenemos una llena de emociones,
fracasos y triunfos, la aventura del día a día, de nuestra vida, envuelta en aquello que bautizamos como rutina, pues
la verdadera felicidad no está en convertir cada día en una aventura
emocionante llena de novedades, sino disfrutar del momento, de quienes te
acompañan y tus acciones, todas ellas que te hacen sentir bien.
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