Y paso
una estrella fugaz… dejando a la vista una luminosa estela que escribía en el
firmamento una historia, una vida, un pasado. Surcando en la oscuridad del
universo se convertía en la envidia más insana de cada estrella, ellas,
estáticas en la nada añoraban la vida de aquel pequeño fragmento que circulaba
en la libertad de quién tiene alas, dejando a su paso una luminosa luz que
mostraba la evidencia de su existencia.
Aquello
que anhelaba los cuerpos celestes era la maldición de aquella pequeña y frágil
estrella fugaz, bien era cierto que su libertad no estaba sujeta a las cadenas
opresoras de un punto confinado en el infinito, pero bien es cierto que, ante
su cuerpo solo se encontraba la oscura indecisión y temor de sentirse perdida.
La más densa negrura cubría su mundo, y una gran luz invisible deseaba
conquistar la suerte de todos los sueños que nacían y esperaban paciente en su mundo
interior.
El
tiempo pasaba y pasaba, en su camino la negrura apagaba y mataba todos los
sueños que parecían no querer llegar, asesinados por la propia estrella fugaz
que transformaba el deseo en desesperación para luego convertirse en el
cuchillo arrojadizo de la desesperanza. Pasó el tiempo y la imperiosa necesidad
de un poco de calor y luz, la hizo desear acariciar su estela, esa luz que dictaba
los trazos de su historia, momentos de calidez y luz, lleno de verdades y
mentiras, pues posiblemente, en la desolación de su tristeza desterró lo malo
para mentirse y crear solos recuerdos con final feliz. De este modo y decidida
a revivir esos falsos y reales momentos, comenzó a dar vueltas sobre si misma
con el objetivo de alcanzar y conquistar su estela. Todos sus intentos fueron infructuosos y
durante generaciones dio vueltas y vueltas con el objetivo de alcanzar lo
inalcanzable, conquistar un pasado en un futuro… hasta que su luz se apagó formando
parte de esa oscuridad tan temida y de la que tanto intentaba huir, aquella que
formaba su universo.
La
moraleja de esta historia es que la estrella fugaz es como la vida, dejamos en
nuestro camino un pasado, momentos buenos y malos, construyendo de manera
natural e irremediable un tiempo imaginario que aún está por llegar, un lugar
lleno de grandes momentos, dejando aislado todo aquello que no es tan bueno.
Ocurre que, cuando de camino al intento
de ese deseo de vida nos encontramos con dificultades, mayores o menores, el desasosiego se hace dueño de nosotros transformando el Edén de nuestra ilusión en
un infierno gobernado por un cruel destino, olvidando que, cuando una meta cae
completamente bajo las lanzas de la derrota, si miramos al horizonte más lejano
siempre se vislumbrará una pequeña luz que desea ser conquistada… pero, a veces
miramos hacia ese horizonte como miopes, por lo que intentamos alcanzar aquello
que ya vivimos y que nos hizo sentir feliz, el pasado, pero, lo vivido, vivido
queda.
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