La mágica brisa de una vida navegaba por los cielos del
tiempo, convirtiendo las agujas del reloj en una simple nada, una nada dibujada
en el lienzo de la tristeza, una nada que un día nadó por las fértiles tierras
de los gritos y sonrisas de una bendita niñez.
La mágica brisa de mil vidas aspiró polvo de estrellas que
un día murieron en el más infinito letargo, un último suspiro se derrumbó sobre
la Tierra, secuestrando el pequeño llanto de unas lágrimas que brotaban desde
el vientre de una madre. Mil vidas borradas, mil experiencias olvidadas, mil
mundos caídos, la mágica brisa volvió a la escuela, aprendió las letras de un
destino, esculpir en canciones el trazo de una vida su nueva misión.
Entre temores y causas perdidas, la magia liberada del
oscuro olvido de la soledad, esbozó una última sonrisa expulsando una bocanada
de vida en forma de sentimiento, un último latido llenó de cambios, la
posibilidad de romper decisiones no acabadas, de nuevas canciones sin títulos,
de edenes terrenales cultivados con el prohibido fruto de lo imposible. Tantas
cosas seguirán pasando, tantas cosas que
le seguirán cambiando, de labios cercanos enterrados en la ficción de temores,
de retiradas tardías. El portador de su
propia alma comprendió que las decisiones y los pasos tienen dos metas, un
futuro con ellas o un presente sin ellas, pues quizás la vida de manera imparable
es un cúmulo de decisiones, quizás la vida es una búsqueda que no entenderá, sea
lo que sea, lo que un día decidió y encerró en el diario de Kafka, pero que aún brota en su interior, es decir, una decisión que no murió en la seguridad de unas palabras. De este modo, entendió que está a tiempo
de devorarla, romperla, intentando recomponer lo que un día con valentía
aceptó, sintiendo así, como una última gota de magia que tiernamente acariciaba su piel
en forma pesadilla le brindó la fuerza de volver a levantar la cabeza, esperando que la marea baje en sus días muertos
para recuperar lo que late y susurra escondidamente en su interior, una ventana
de idénticos paisajes pero de verde colorido.
Esta historia no tiene final, tu alma espera sellar con su
firma la última hoja de tu libro, sea triste o alegre, mantener la terapia de
lo decidido en horas que ya no existen no siempre es la línea a seguir, quizás
es hora de pasar una nueva página en vuestro propio libro, retomando y narrando
las nuevas líneas que un día señalamos dejar de escribir. No os olvidéis que
mientras releemos la ausencia de nuestro ayer dejamos de escribir nuevas
líneas. Finalizando esta entrada, me gustaría hacer un último punto o consejo,
como prefiráis llamarlo, no olvidéis que el mañana no existe, es posible que
nunca llegue, así que pactar con vuestro momento, es lo que llamamos presente, la palabra mañana
o futuro fue creada para crear esperanza, para sentir que todo cambiará, que tu presente se borrará por alguna acción
divina, pero en vuestra mano está el luchar para que el sol brinde luz a ese mañana.
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