Lo que viene a continuación es una solicitud de un lector.
La sangre se unía a las frías gotas de sudor mientras
resbalaban por unos brazos que aguantaban un
herido cuerpo sobre el frío suelo de la verdad, en un nuevo esfuerzo,
alzó su mirada encontrándose con su invencible y sonriente enemigo. Herido y vencido por las mismas armas de
siempre, levantó su ánimo al unísono que
su cuerpo decidiendo elegir su propio final.
Días antes de lo descrito, cansado de los altos muros que
nublaban su ciega visión, levantó un teléfono, marcó un número, tras varios tonos
se encontró con una dulce voz que decía, .-En
este momento no puedo atenderte. Deja tu mensaje tras escuchar la señal.- ,
rompiendo las voces calladas ocultas en su propio mar, dejó un mensaje lleno de
intenciones, .-Hola, soy yo, los tiempos
cambian pero mis derrotas siempre son las mismas, año tras año, día tras día.
Sueño con mundos posibles pero imposibles, los mismos miedos que marcaron un futuro imperfecto se han
transformado en mi presente, por ello, te dejo este mensaje de despedida, un mensaje
que hoy nos separa, hasta siempre pasado.-
Recordando al aliado de los años, entendió que el tiempo
mata sin previo aviso, miró su reloj comprobando como su asesino avanzaba
amenazante a un nuevo futuro. Olvidando los Edenes de inexistentes estrellas
compañeras, sacó un pequeño y blanco papel de una mochila llena de fracasos
engullidos por todo aquello que jamás intentó, en él, dibujó la nueva carretera
de su vida, sueños por cumplir, momentos que vivir y escaleras infinitas llenas
de quimeras inalcanzables.
Motivado, a la vez que la balada del espejismo le anunciaba
una nueva vida, dio un paso al frente hacia nuevas derrotas, finales e
historias, a diferencia de su pasado, hoy, decidió perder en el intento de
alcanzar la efímera meta de la felicidad.
A lo largo de su nueva historia encontró tesoros llenos de
ilusión decorados con las joyas y lanzas de la derrota, mundos de amores
platónicos se derramaron sobre su deshilachada alma, victorias enmarcadas cerraron
las cicatrices de sus pesadillas. Tras su largo andar, descubrió el arma más
poderosa, luchar por un trozo de su verdad. Sonriente, derrotado y victorioso
miraba continuamente el horizonte que marcaba un inseguro, duro y salvaje
camino, lleno de enemigos sin honor que apuntaban por la espalda sin piedad,
maltrechos senderos donde los fuertes no apostaban por ellos mismos, aún así,
decidió que lo importante no era intentarlo, sino llegar.
Cansado de recibir los golpes de un destino que tenía la
partida servida antes de nacer, sonreía continuamente, a su manera, era feliz
por el simple hecho de sentirse vivo, por levantarse del andén y decidir tomar el último vagón de un tren con
destino no definido, jugando los dados de las decisiones llegó a la puerta de
un leve destello llamado felicidad protegido por su mayor enemigo, contrincante
que narramos al inicio de la historia, su propio miedo.
Cuando la felicidad amenaza una vida, perderla es lo más
sencillo, pues siempre intenta escabullirse de mil maneras mientras nosotros la
nutrimos con nuestros propios temores, ayudándola a escapar. Pero hoy no,
pensaba mientras miraba fríamente a su miedo, hoy mi final lo decidiré yo, no
habrá huida ni rendición, solo victoria o derrota. El miedo, sabiamente le
mostró su vida, años y años de eterna duda, de no acción y lágrimas derramadas
sobre ríos del desánimo, golpeándolo fuertemente y constantemente hasta que besó
el suelo teñido de su propio sudor y sangre.
Mientras sus brazos sustentaban en la penumbra su cuerpo, su
enemigo se acercaba dispuesto a darle el golpe de gracia. Poco a poco, logró
mantenerse sobre sus piernas, sabía que recibiría un golpe mortal para su
batalla pero a diferencia del pasado, sintió orgullo por estar frente a frente
al terror a equivocarse y de la incertidumbre, así pues, mirando con burlona
risa a su rival esperó el golpe que lo haría retroceder de lo que huía, pero no
sucedió, sin saber como, su invencible rival se esfumó dejando al descubierto
la puerta pintada con el breve color de una posible felicidad, ¿la lograría?.
La moraleja de esta historia es simple, hay que tener los
cojones de luchar contra el miedo e intentar alcanzar lo que "creemos" que
nos hará feliz, sin temer a la derrotas, porque serán ellas las que no lleven al sueño que tanto se espera alcanzar.
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