Esta entrada va con mucho cariño para una gran persona con la que tuve la suerte de tropezar hace tantos, tantos y tantos años. Anímate!!!
El gran reloj que colgaba sobre la pared de la vieja estación
de tren anunciaba la llegada de un nuevo transporte con el nombre Destino. No
pasó ni cinco minutos, cuando las puertas del vagón se abrieron de par en par,
tímidamente entré, observé su interior, mi sorpresa fue grande al encontrarme
con tan solo tres asientos, dos de ellos ocupados y un tercero con mi nombre
grabado sobre aquel azulado tejido.
Mis pasos y mi mirada caminaban agarrados de la mano
visualizando a mis acompañantes, mi cuerpo descansó sobre el único asiento
libre, al tiempo, el vagón inició su marcha hacia un destino que siempre soñé,
un lugar sencillo, sin complejos, un mundo de dos, donde mi cuerpo y otro
cuerpo se mirarían día a día sin miedo a un mañana.
Asustado por lo sucedido, el aturdimiento se apoderó de mi
corazón hipotecando mi mente con la ceguera de un nuevo mañana donde venceríamos a la estrella de la derrota
del pasado. Cada mirada contenía verdaderas y sentidas promesas que convertían
la sangre de mi cuerpo en el miedo a no
recibir lo que sus brillantes ojos me narraban, me cantaban y recitaban.
Temblando y acuchillado por los cuchillos de las dudas, mi
mente formulaba un, ¿qué debo hacer?, sin embargo, no llegó una concisa y clara
respuesta, llegó sobre mi único
hombro libre una nueva mano, levanté y observé a mi otro
acompañante de viaje, su rostro era lo que mi mente soñó alcanzar, amor sin
olvido, inviernos sin lluvias de reproches con lo ya vivido, una nueva semilla
que plantar y anclar sus raíces en lo más hondo de aquella fértil tierra. Un hilo de voz adornaba aquel cuerpo, sus
palabras se describía como aquel quién navegaba entre los mares de mis dudas
para rescatarme del pasado, curar mis heridas y cicatrizarlas con tiernos besos, pero… como
toda historia de amor… el peligro acechaba en palabras vacías pero cubiertas de
un fuego demoledor y abrazador, pues de ellas salieron su verdad, pues su
corazón no era libre, quién hablaba de liberarme de mi oscuro mar se encontraba
anclado y atrapado en las redes de otro mar que no lleva mi nombre, pero… las
promesas de un futuro feliz me condenaron a sus brazos.
El tiempo negaba mi claridad, a la vez que el vagón se movía
por colinas y prados, mis dos acompañantes me regalaron universos, prendieron
en mi pecho dos luces que denominé amor y dos preguntas que denominé infierno,
solo buscaba un leve destello de felicidad, ahora tengo dos faros que me buscan
y busco. Las palabras de mis acompañantes dio vida al hijo de la gran pregunta,
¿quiero salir del tren con ambos acompañantes?, ¿los quiero de igual manera?,
la pregunta y sentimientos machacaban mi corazón mientras mi mente olvidaba mi
realidad a base del vino del delirio que mis manos sujetaban con firmeza.
¿Con quién salir del tren?, no podía resolver la incógnita,
pues la respuesta dibujaba el número dos. Mi mente ensombrecida me obligó a mirar al
ventanal que nos acompañaba durante el viaje. Por un momento la luz del sol que
bañaba los árboles del exterior chocó contra mi loca mente haciéndome ver una
realidad que no había contemplado, me encontraba en un mismo vagón, en su
interior tres seres con distinto destino, así, valientemente, me levanté sobre
la pesadilla de la elección, presioné el freno de emergencia, en segundos el
vagón quedó completamente parado y varado en la más absoluta nada. De repente,
tres puertas se abrieron, en dos de ella se encontraba cada uno de mi
acompañante esperando que caminara hacia su puerta, pero en el horizonte pude
ver una tercera puerta, en ella colgaba un pequeño letrero, pude leer, “Tu
destino, tu elección”, abriendo esta puerta me encontré un mar por explorar
acompañado del dulce aroma de Noviembre, fue en este instante cuando comprendí
que la respuesta a mi duda era vivir, sería la propia vida quién me colocaría
al lado de uno de mis acompañantes o de un tercero del que jamás he visto su
rostro. La vida, mis pasos y mis decisiones tenían la respuesta que tanto
busqué y tanto me atormentó.
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