viernes, 28 de septiembre de 2012

Historia de una armadura fundida en un cuerpo


Mi mente no tenía idea alguna para una nueva entrada, así que pregunté un tema del que hablar y encontré lo que buscaba, una respuesta.

Un ser de brillante armadura observaba desde los altos de la montaña una gigantesca explanada de verde sabor miel adornada de frondosos árboles. A sus pies se encontraba un mundo lleno de vida rodeado de terribles enemigos y peligros sin fin, escondidos en recovecos vigilando el paso de una futura víctima. A pesar de ello, el protagonista de esta entrada no tenía miedo de lo que le esperaba en aquella verde pradera, protegido con la indestructible armadura que el dolor un día le regaló, armado con la centelleante espada de la esperanza y resguardado por el escudo de una dureza personal imaginaria. Animado y decidido comenzó su largo caminar hacia un nuevo mundo, un lugar que un día sus ojos vislumbraron desde aquella cima, paso a paso avanzaba esquivando todo peligro, sorteaba todo ser vestidos de oportunidades y fracasos, sus pasos cada vez eran más rápidos, su deseo de llegar al mundo prometido aumentaba, un lugar donde podría descansar  de su pesada armadura y de una vez por todas dejar de tener miedo, pero de manera inexplicable, a cada paso que daba, la tierra prometida se alejaba dos de nuestro protagonista. Sin entender lo que ocurría, su sentimiento continuaba siendo de total seguridad y felicidad, pues bien sabía que la armadura era parte de su piel, dura como el diamante e impenetrable como el sol, así pues, decidió avanzar y avanzar, pues sabía que un día llegaría a esa tierra gobernada por el rey de la felicidad. 


El tiempo pasaba y pasaba, el cuerpo dorado que da vida a la entrada esquivaba la noche y caminaba por el día, su cuerpo no demostraba fatiga, su fortaleza seguía intacta, pero un nuevo peligro nacía en su interior, una pregunta, ¿Cuándo dejaré de huir?. El camino era arduo, así que no había tiempo para buscar respuestas vanas, continuar el camino era la única opción, pero, ¿qué hacer con ese enemigo que nacía en su interior?, la respuesta llegó desde los cielos en forma de estrella fugaz, desterrar al enemigo hacia la seca tierra del olvido. 

Un día cualquiera, una veloz flecha despojó de vida los oscuros matorrales que rodeaban al cauteloso ser, dicha flecha impactó violentamente sobre su armadura, el impactó dañó levemente el metal protector, con un miedo inhumano, tomó la flecha con sus manos, en ella se encontró escrita una palabra, Duda. Mientras su asustada mente miraba la inesperada flecha, a su espalda un pequeño niño se acercó a la sorprendida armadura, .-Hola.- dijo el niño, .-Que bien!!!, has encontrado mi flecha, ¿me la devuelves?.- depositando la arrojadiza arma en sus manos, nuestro héroe se quedó congelado al ver las vestimentas del niño, pues este, no adornaba su cuerpo con dura armadura, su pecho estaba al descubierto, su sonrisa dominaba su infantil rostro, ante la sorpresa inicial, nuestro personaje articulo sus primeras palabras, .-¿Cómo puedes ir tan desprotegido?.- el niño con mirada divertida le respondió, .-Mis antepasados vestían pesadas protecciones como las tuyas, armaduras tatuadas en carne, pero un día, esta misma flecha de la duda acabó en el cuerpo de uno de ellos. De manera casual, el impacto recibido le hizo reflexionar, le hizo sentar.  Durante el proceso miró a su alrededor y entendió que no hay tierra prometida como la que tu buscas, observó lo impresionante del lugar en el que se encontraba, un río que corría hacia su final, verdes praderas, pequeños pájaros y un nuevo mundo que su armadura le negó ver. Así, su armadura comenzó a caer al suelo, dejando al descubierto su pecho, asombrado miró su desprotegido cuerpo visualizando un corazón aplastado y estrujado por aquel blindaje que teóricamente lo protegía, de este modo entendió que si huía del peligro a caer herido por las flechas de la vida moriría sin ver ni sentir las grandes bondades y peligros que los Dioses habían regalado a la tierra que pisaba. Así que mi nuevo y armado ser, siéntate, descansa y deja que tu corazón se despoje de tu pesada protección y te ayude a elegir tus pasos.- Haciendo caso al niño, por primera vez en mucho tiempo, nuestro héroe se sentó y descansó, al dirigir la vista al niño descubrió que ya no estaba, en su lugar halló la dorada flecha de la duda descansando sobre el esponjoso suelo, en ese instante, su mente recordó las palabras del misterioso niño, ¿será el fin de mi armadura?, se preguntó, pero no os daré la respuesta os la dejo a vuestra elección.

Como habréis intuido, el tema de hoy es el resultado que se da en nosotros por los miedos e inseguridades que la vida nos brinda de manera dolorosa, vestidas de lágrimas y lágrimas, es por ello, que intentamos no caer en las mismas situaciones, no volver a regalar a los secos pañuelos lágrimas disfrazadas de duras historias, forjando en nuestra piel una armadura de dureza inimaginable, cegándonos  y obligándonos a olvidar que la vida es una sucesión de victorias y fracasos, de risas y llantos, de miedos y tranquilidad, de novedades y rutinas. Romper esta armadura no es fácil, para hacerlo solo dejad volad vuestra imaginación, recordad la luz de un verano ya pasado, dejad que las dudas os invadan y destruyan aquel blindaje que cubre cada milímetro de vuestro cuerpo para seguidamente volver a sentir un cuerpo descubierto a la luz de la vida.

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