Un pequeño ser, que recibe nombre de niño, salía de aquel
gran supermercado, con bolsas en manos, acompañaba a una madre y un padre,
mientras en su rostro amanecía una gran sonrisa, de su boca salían mísiles de
sueños infantiles, de pequeños momentos sucedidos en su día, 24 horas adornadas
por experiencias y mundos imaginarios infinitos. Sus palabras rebosaban gran
felicidad, palabras que descansaban en los oídos de unos padres que de una
forma u otra, imaginaron en un pasado ese pequeño ser que hoy llena sus vidas
con batallas en alta mar, llorando penas sin importancia pero de grandes
lágrimas, preguntando y preguntando por lo que ve, por lo que sueña y por lo
que abarca su ilusión.
Ver tan agradable escena encendió en mi y de una manera muy
“curiosa”, un sentimiento de difícil definición, sentimiento que sonreía y
sonreía, bonito sentir en verdad. Tras este breve pero intenso sentimiento, me
vino a la mente mi niñez, una feliz niñez, momentos inolvidables donde yo era
ese pequeño ser, aquel niño que no paraba de hablar, mirar y volver loco a unos
maravillosos padres. Entre tantos recuerdos, rescaté entre los restos de una
etapa ya vivida algo llamado ilusión, luz vital que nutre las mentes de todos
los niños, destellos que da luz a los sueños más locos y bonitos, una ilusión
que ha medida que crece el portador de la misma, decide jugar al escondite con
sus ilusiones, escondiéndolas en el fondo de algún cajón de oscuro recorrido protegiéndolo
con el candado del miedo.
Los adultos, siempre estamos enseñando a los niños pero,
¿por qué no aprender de ellos?, ¿por qué no romper el candado del miedo y
liberar la ilusión?, ¿qué más da que nuestra ilusión pida un imposible?,
disfrutad de ella, dejad que vuestra mente navegue junto a su mano,
descubriendo mundos por explorar, sensaciones que no llegaran, romped la
barrera de la madurez, de lo correcto, por un momento, convertiros en aquellos
niños que un día corrieron por las calles de una ciudad, niños que soñaban con
ser astronautas o médicos, por un momento, abrid vuestra mente al pasado,
regalad a tu yo niño un giño, creando juntos nuevas ilusiones, posibles e
imposibles, transformándolas en pequeños faroles que iluminen tu día a día,
dejando que ese niño que un día fue vuelva a tu vida, acabando con el juego del
escondite y permitiéndole que camine a tu lado tomados de la mano.
No os olvidéis que vuestra niñez no acabó ni se esfumó,
nunca os abandonó, solo se ocultó temerosa ante el peligro continuo de lo que
el ser humano llama ser adulto.
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