miércoles, 23 de mayo de 2012

Un pequeño cuento con una gran historia...

Hola a tod@s!!!, estoy de nuevo por aquí en esta nueva entrada que, como siempre, espero que leáis con el mismo gusto con el que yo la escribo. Hoy me gustaría variar un poco y no comentar una entrada a uso como la dos anteriores, no voy a hablar de videojuegos, sino voy a contaros una historia, una historia ficticia, de esas que se encuentran en alguna olvidada novela con la cubierta llena de polvo y que por alguna extraña razón, mi imaginación inventa y mi memoria recuerda. Espero que os guste y que escribáis algún comentario dando vuestra opinión. La historia comienza así...

Hace mucho tiempo,  en una galaxia muy, muy lejana (esperad un momento por favor, Linex intenta decirme algo... «qué dices, que esto es de Star Wars?, valeee, empezaré de otro modo»...), ejem, empiezo de nuevo. Tres anillos para los Reyes Elfos bajo el cielo. Siete para los Señores Enanos en casas de piedra («qué pasa ahora, Linex? qué!, de El Señor de los Anillos dices?? Fuck!»). Están todos los principios cogidos?, es que no queda alguno libre?, a ver ahora, empiezo otra vez. En un lugar de la Mancha, de cuyo nom... («El Quijote?, bueno, da igual Linex, seguro que nadie se lo ha leído, es del S. XVII, no creo que nadie lo recuerde...Qué?, que es el segundo libro más vendido de la historia! vaya desastre!...). Maldita televisión, videojuegos y demás formas de entretenimiento, me han dejado sin imaginación («ehh, estooo Eimanair, verás, eso último lo dice Bart en un capítulo de Los Simpson...»), da igual, me estrujaré mi cerebro, haré que mis neuronas trabajen a doble rendimiento, a Dios pongo por testigo que jamás volveré a...(«lo que el viento se llevó, lo siento Eimanair, pero si no me entregas algo original me temo que te tendré que despedir», «pero si no me pagas nada, ni me invitas a un bocadillo!!!»). ^_^

                            
                                                

Hace mucho, mucho tiempo, en un lugar muy, muy oscuro, habitaba un minúsculo foco de luz. Este foco de luz no alumbraba más allá de un metro de distancia, y cada día se iba desgastando con el paso lógico del tiempo. Hasta la luz tiene duración, tiene fin.

Ese lugar oscuro era un pozo del cual nadie podía salir, nadie que hubiese caído en él había salido para contarlo. Quien caía, ahí permanecía para siempre. Nadie sabía por qué ese maravilloso lugar que era en antaño ahora era una sombra inamovible. Antiguamente ese lugar era conocido popularmente como el “despertar de Cupido”, donde los jóvenes de la ciudad iban a conocerse y, si surgía el flechazo, se prometían amor de por vida. Lo cierto es que era el inicio de días de incontable felicidad para los prometidos, donde el verde de las praderas y el azul del cielo inundaban sus risueñas vidas.

Cuenta un viejo rumor de ancianas mujeres, que un buen día una de esas parejas que se prometió fidelidad eterna, no llegó a cumplir la promesa y, por esa razón, el fastuoso lugar fue llorando y penando hasta convertirse en un inhóspito agujero. Puede que sea cierto, el amor a veces es como un cohete que sale disparado hacia arriba pareciendo estallar al lado de la luna, y quedándose en nada al final de unos pocos segundos. Cierto o no, ahora el antiguo jardín de las hespérides era el jardín de los ciegos. No había nada de claridad, salvo ese pequeño foco de luz que subsistía en soledad.

A pesar del tiempo que llevaba enclaustrado en ese agujero, el foco de luz aun tenía fuerza para alumbrar por donde quisiera que pasara (sí, lo cierto es que este foco de luz tenía cualidades de ser humano, lo cierto es que este cuento no tiene mucho de normal, lo cierto es que la vida tampoco, y aquí estamos todos, viviendo en un reino anormal...)

El foco de luz tenía rachas de humor, a veces se sentía con ganas de enfrentarse a la oscuridad, otras veces, la soledad le amargaba la existencia y bajaba los brazos ante ella (en el caso de que los tuviese...). Un buen día, el foco de luz cayó y se dio de frente contra el suelo y su esplendor dejó de alumbrar por un instante. Él foco se sintió hundido, quejumbroso, apabullado, derrotado, des...(ya, ya ,ya, que no fue para tanto!!...).A duras penas intentó levantarse, pero no pudo, el apoyo que tenía como base para sostenerse estaba dañado.

Le entró la ansiedad. Los nervios empezaron a apoderarse de su ánimo y parecía que de ese mal trago no saldría, hasta que recordó un viejo proverbio que había escuchado mucho tiempo atrás, “no hay pozo lo suficientemente hondo, muro lo suficientemente alto, frío tan helado y calor tan ardiente, que el valor y el coraje del corazón no puedan salvar”. El foco sabía que carecía de corazón, por tanto no tendría que tener esas cualidades, sin embargo, algo le movía a sacar fuerzas de donde pudiese, porque en el fondo sabía que era el único ser de ese lugar que aún podía mantener algo de luz en él. Apretó los dientes y con media base destruida logró recuperar la verticalidad. Lo había conseguido, pero ahora ya no caminaría como antes, tenía una herida que recordaría para siempre.

A partir de ese día sus paseos por el oscuro lugar eran más lentos y e menor recorrido.

Pasaban los días, meses y años, y aún el bueno de Foco se encontraba inmerso en esa pesadilla en forma de pozo, pero aún recordaba como fue a parar ahí.

En verdad él ya estaba ahí antes de que ocurriese todo, era uno de los focos de luz que alumbraban el gran parque donde se reunían los jóvenes. Él estuvo presente cuando todo era de color rosa, cuando el tiempo no existía ni mucho menos los problemas. A veces, cuando Foco recordaba el feliz pasado sentía como algo parecido a una gota de lluvia resbalaba por su pequeña estructura mecánica, era algo muy extraño, no sabía por qué esa diminuta gota de lluvia salía de él, de algo parecido a nuestros queridos ojos, de esos ojos que tenemos de los cuales creemos saber que lo vemos todo. Era algo que no podía explicar, algo que hacía que su pequeño cuerpo metálico se comprimiese hasta sentirse pequeño como una hormiga, caso incorpóreo . Qué sería lo que le pasaba a Foco, qué era esa gota de lluvia que salía de él...

Él, que había visto a aquellos jóvenes como se abrazaban, como se acariciaban, como acercaban sus rostros para no perderse rastro alguno de la persona que estaba frente a ellos, él, que había visto como un sentimiento tan inexplicable como el amor se resumía con un gesto universal, la fusión entre dos bocas, entre unos labios sedientos de atrapar la vida con un beso...

De ser una persona, Foco sería un gran tipo, pero no lo era, quizás por ello seguía alumbrando en la oscuridad a sabiendas que nada conseguiría con su labor.

Y así pasaba el tiempo. Ocurrió un día lo esperado, Foco fue consumido por la amarga oscuridad, y todo quedó en penumbra. Había dejado de alumbrar, su vida llegaba a su fin. No tardó mucho tiempo en caer al suelo  recordando todo lo bueno que había visto, que había sentido y, de nuevo, sintió la lluvia caer por su cuerpo, y de él caía al suelo, como cae una hoja después de salir volando de su árbol, y a esa gota inicial le siguieron muchas más, y luego, más y más, de Foco salía un mar entero de gotas de lluvia...

Foco recordó como a una de las jóvenes también le caían esas peculiares gotas, recordó que mientras que ella tenía la cara empapada por esas gotas, su compañero se levantaba del banco donde estaban dejándola sola. Foco estaba sintiendo lo mismo que sintió esa joven cuando su amor la abandonó. Sentía que todo esfuerzo que había hecho no servía para nada, todo cuanto había luchado quedaba en nada, toda esperanza se desvanecía, toda ilusión se quemaba, todo amor, moría con él...Foco sentía uno de los sentimientos más naturales al ser humano, la pena, y esa pena era transformada en gotas de lluvia, unas gotas de lluvia que nosotros conocemos como lágrimas. Foco lloraba. Lloraba amargamente por la perdida, por el abandono. Tumbado en el suelo Foco sintió como algo crecía desde las entrañas del lugar, desde lo hondo del pozo. No lo podía ver, pero el olor que desprendían esas cosas florecientes le era familiar. Eran flores, flores que se encontraban en un pasado y que, ahora, volvían a brotar, como brota la esperanza después de la tempestad. ¡¡¡Salían por cientos!!!.

Poco a poco las flores iban cubriendo todo el lugar. Foco no las veía pero las sentía, como se siente una mano amiga en medio de la desesperación. Foco olía, sentía, notaba como la vida se abría paso de nuevo de entre las sombras.

Foco sintió una de las sensaciones mas hermosas que puede llegar a sentir el ser humano, llorar, pero no por tristeza o pena, sino esta vez el viejo, magullado y diminuto foco de luz lloraba de alegría.


De repente, apareció el imponente Sol, y con él, sus rayos protectores de vida y de ilusión. Foco ya no estaba solo, ahora todo volvía a ser como antes, y gracias al corazón puesto por un noble, tenaz y risueño foco de luz...



THE ENDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDDD, ^_^

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